jueves, 25 de febrero de 2016



Desde la minería al turismo:  La reconversión de un pueblo






 Por Manuela Gallini

Tepequém: un pueblo de sesenta habitantes, situado a doscientos kilómetros de Boa Vista y de Pacaraima, perteneciente al Estado Roraima, Brasil es el ejemplo actual de reconversión minera. Este pequeño pueblo era antiguamente un importante centro minero. En los años treinta fue la primera comunidad de la zona que basaba su entera  economía en la extracción de diamantes. La carretera de asfalto que conduce al asentamiento atraviesa numerosas fincas “fazendas”, en idioma brasilero, productoras de ganados y cabras. Antes de llegar a la comunidad hay que cruzar nutridos ríos, fuentes preciosas de peces como el “tambaquin”, actualmente parte integrante de la economía local. Después de veinte kilómetros de curvas peligrosas se llega al ex pueblo minero. Muchas casas están vacías, mientras muchas otras están en construcción, el cemento ha sido sustituido por la madera y materiales alternativos como piedras y ladrillos y los colores van cambiando mano a mano que se avanza en el camino. Un espléndido tepuy, con su abismo, llamado Platao hace de marco al entero pueblo que se desarrolla a lo largo de la carretera principal.
La historia de este asentamiento representa un ejemplo y una posible alternativa para aquellos pueblos que viven de la minería y que piensan no tener otro futuro. Una realidad que cambió gracias a la voluntad de un gobierno de transformar un ambiente minero en uno turístico, aprovechando de las riquezas naturales y de sus productos. A través de un trabajo de concientización y valoración pudo llevar a cabo el sueño de muchos. Hoy en día Tepequem representa una importante meta turística para los habitantes de Boa Vista y Manaus. Gracias a ellos también la población está creciendo de una forma sustentable y organizada mientras las autoridades se ocupan de preservar el lugar con la total prohibición de la actividad minera y con el control periódico de limpieza. Ríos antiguamente dinamitados con el fin de la extracción de diamantes, han vuelto a su cauce, y representan hoy en día la meta principal para los turistas, que disfrutan de sus aguas sin dejar rastro de su pasaje. Los antiguos arenales siguen presentes en el horizonte, como los profundos huecos mineros que están poco a poco recuperándose con una nueva flora. Han pasado quince años desde la prohibición de la minería y todavía la naturaleza sufre de su paso. No obstante esto es de ayuda saber y ver que existe la posibilidad de cambio y recuperación cuando existe la voluntad de hacerlo. La actual economía se basa en el turismo y en la piscicultura y poco a poco la artesanía y los productos agrícolas están integrándose al patrimonio local.  Los trabajos de construcción y de arte están fomentando la circulación de la moneda para los habitantes locales que amplían sus negocios y sus posadas. 
Con este ejemplo de esperanza confío en que nuestras comunidades sigan el mismo proceso y que nuestro Parque Nacional recupere sus ríos y sus bellezas naturales. 

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