Por Morelia Morillo
El sábado cinco de marzo, en el momento en que
me disponía a regresar a Santa Elena de Uairén, me topé con la tranca de a la
altura del Terminal de Pasajeros de Tumeremo, capital del municipio Sifontes
del estado Bolívar, un pueblo de tradición agrícola y, cada vez más minera, en
el estado Bolívar, en Venezuela. La Troncal 10 es la única vía y no pude pasar.
Bajé del carro para saber qué ocurría y una mujer, y otra y
un par de muchachos me contaron que entre la madrugada y la noche anterior "El
Topo" y su gente le habían dado muerte al menos a 17 personas, a 22, a 28
a 32. No sabían muy bien la cifra puesto que a los conocidos se sumarían esos
rostros sin nombre tan frecuentes en las minas de oro y diamante del sur
extremo de Venezuela.
El ambiente era de angustia, dolor, desesperación. En ese primer
momento, nadie aceptaba dar su nombre
para respaldar una declaración, argumentando que El Topo elimina a quienes se
atreven a delatarlo. Sin embargo, aseguraron que fue mediante los testimonios
de los sobrevivientes como se enteraron de lo sucedido.
Dijeron que en las inmediaciones del Fundo Atenas reventó
una bulla, un importante hallazgo de oro que atrajo a muchos. También dijeron
que los del sindicato, es decir la banda armada, sometieron a los mineros y los
ejecutaron, los desmembraron y los trasladaron hasta la mina de "El Topo"
en un camión volteo.
Quienes se encontraban en el Terminal aseguraron que
permanecerían allí hasta que el Gobierno les entregara los cadáveres de sus
familiares, así, sin dudas, estaban seguros de que sus hijos, esposos, padres,
madres, habían muerto.
Yo decidí devolverme a Puerto Ordaz y, sobre la Troncal 10, a
la altura de El Cintillo, ante un punto de control de la Policía del Estado
Bolívar (PEB), uno de los efectivos dijo así, con respecto a lo que sucedía: "Si
usted es venezolano, debe saber que toda esta zona está bajo el control de los
llamados sindicatos".
Esa noche, el gobernador de Bolívar, Francisco Rángel Gómez,
negó el hecho y los medios oficiales difundieron su versión. Pero durante los
días siguientes Tumeremo se convirtió en noticia, pasó a ser #Tumeremo, tendencia
en las redes sociales y las instituciones civiles y militares se abocaron a la
investigación .
El martes siguiente retomé mi viaje de regreso. De nuevo, frente al
Terminal de Pasajeros de #Tumeremo me bajé para saber cómo iban las cosas.
Me encontré con familiares agotados, abatidos por el
cansancio y el dolor y con una comunidad conmocionada por la detención, por
parte del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas
(CICPC) del camión volteo en el que supuestamente habrían sido trasladados los
cuerpos.
Mientras unos se mantenían obstruyendo el tráfico, con
palos, cuerdas, piedras y un altar de flores frente a la pancarta con las fotos
de sus desaparecidos ya identificados, los otros se aglomeraron frente a la
sede del CICPC y con sus teléfonos celulares tomaban fotografías del camión.
El jueves 10, al menos 500 efectivos de la Guardia Nacional
Bolivariana (GNB) tomaron #Tumeremo y disolvieron la tranca. El sábado 12, la
fiscal general, Luisa Ortega, publicó en Twitter el nombre, foto y rasgos de
uno de los presuntos responsable del hecho: Jamilton Ulloa Suárez, ecuatoriano,
alías "El Topo".
Buena parte del país continuó cuestionando durante días si esta historia era o no un show mediático o al menos una verdad a medias, magnificada por los
micrófonos, las cámaras y por el poder difusor de los medios
independientes venezolanos, basados en plataformas web y redes sociales.
En cambio, quienes vivimos en las zonas mineras del estado Bolívar, en Venezuela, sabíamos ya de la existencia de los sindicatos armados, de los asesinatos, pero jamás de una acción masiva contra gente de un lugar tan cercano a nosotros como #Tumeremo.
El tiempo y las investigaciones determinaron la verdad: 17 cuerpos, de jóvenes de #Tumeremo aparecieron sepultados en una fosa cubierta de arena en el camino que lleva a una mina.
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