viernes, 6 de noviembre de 2015

Mujeres reciben impulso para la Recuperación Productiva de Manak Karán



Este impulso llegó a través Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (FMAM-ONU) en alianza con el Consejo Comunal de Karawaré Tuy

Por Morelia Morillo
Fotografías: Cortesía de Atilano Azuaje.

Si bien Carmen Raquel Benavides comenzó a cuidar de Manak Karán hace casi 30 años, recientemente ella y su familia recibieron un aporte económico que les permitirá materializar su Proyecto de Recuperación Productiva de Manak Karán.

Este impulso llegó a través Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (FMAM-ONU) en alianza con el Consejo Comunal de Karawaré Tuy, del cual forma parte Carmen Raquel Benavides, quien además integra la junta directiva de la Fundación Mujeres del Agua.

En una primera fase del proyecto, Carmen Raquel y sus hijas, con el apoyo de sus familiares y vecinos, equiparán el restaurante, lo cual les permitirá comenzar a trabajar e iniciarán los talleres bilingües (pemón-español) para  la formación de jóvenes locales como guías intérpretes de la naturaleza.

Pero además, ellas vienen contando y seguirán contando con el acompañamiento de Atilano Azuaje, de la Asociación Civil La Cosecha, un técnico, con más de tres décadas de presencia en la zona, a quien reconoce como "un hermano".

Manak Karán, conocido por lo no indígenas como El Cajón, es un río de enormes lajas que tomó su nombre del espíritu femenino al cual los pemón taurepán identifican como el cuidador de las aguas amarillentas del lugar. Luego, llegaron los mineros artesanales, los llamados paleros, en busca de oro y diamantes.

Carmen Raquel, quien nació en la comunidad de Waiparú, pero ha vivido buena parte de su vida en Karawaretuy (El Paují), se asentó en Manak Karán a mediados de los ochenta y allí vivió durante casi una década. Pero, al nacer sus hijas, decidió volver a Karawaré Tuy, para estar más cerca de su familia, y, desde entonces, los mineros de las máquinas empezaron a trabajar el río y sus orillas.

No obstante, aunque no viviera permanentemente en el sitio, Carmen Raquel, decidió continuar cuidándolo desde los días en que se desempeñó como capitana de Karawaré Tuy (2007-2008). A todo el que se atrevió a colocar sus motores en el río, le dio un plazo de horas para sacarlo, comenzó a reforestar con plantas de roroi yek (merey de montaña) y promovió una idea productiva para la recuperación de un lugar que describe como "hermoso, muy especial".

Actualmente, en la zona de El Paují hay más minería destructiva que nunca y, sin embargo, las aguas de El Cajón permanecen cristalinas. Se trata, vale destacar, del esfuerzo y logro de una mujer, madre de tres hijas, lideresa, quien se ha dedicado a construir y recuperar en donde otros dejaron destrucción.

Aún hay mucho por hacer: "Han trabajado encima de la laja entonces queda el peladero, el arenero", relata ella. "Todavía, después de diez años, se siguen abriendo cárcavas producto de una minería irracional", nos contó Atilano Azuaje.

El Proyecto de Recuperación Productiva de Manak Karán incluye, además del restaurante y la formación de guías, la definición de un sendero de interpretación de la naturaleza y la reforestación, con especies autóctonas, de las áreas intervenidas por la minería.

Azuaje comentó que en un año como 2015, de extrema sequía, durante el cual los caudales de los ríos locales han descendido considerablemente, "se pone en evidencia, la importancia de la recuperación de cuencas".
Otra oportunidad
El Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (FMAM-ONU), en alianza con la Fundación Mujeres del Agua y La Cosecha, también benefició al proyecto Unmoró Tuy Pon, una expresión pemón que se traduce como Mi conuco en la Sabana.

El objetivo de Margarita García y Elba Benavides es hacer de los patios de sus casas lugares productivos, desarrollar espacios para el procesamiento de alimentos y de tal manera tener las cosechas cerca y sin necesidad de deforestar espacios boscosos, como es tradición entre los pemón.


Ambos planteamientos fueron concebidos durante los talleres de Formulación de Proyectos y Manejo Sustentable de Cuencas que impulsaron la Fundación Mujeres del Agua y la Asociación Civil La Cosecha entre 2013-2014.

viernes, 24 de abril de 2015

Nuevas invasiones impactan cuenca hidrográfica y comunidades indígenas de Gran Sabana

 
Estos morichales se encuentran entre la comunidad indígena de Sampai y Santa Elena de Uairén. Fotografía: Morelia Morillo R.

Por Morelia Morillo Ramos 

Desde comienzos de 2015, una nueva ola de invasiones se produce en los extremos de la ciudad capital del municipio Gran Sabana, Santa Elena de Uairén.

Santa Elena alberga alrededor de 25 mil habitantes y es el último centro poblado venezolano hacia el sureste profundo del país, en la frontera con Brasil.

Para la Fundación Mujeres del Agua, este tema requiere de inmediata atención.

Se trata de la única zona no indígena en un municipio que constituye el territorio ancestral del pueblo indígena pemón y además un centro poblado rodeado de áreas protegidas por su condición de productora de agua. Es la Cuenca Hidrográfica del Caroní, generadora del 70% de la electricidad nacional.

En los últimos 17 años, en Santa Elena se han producido al menos 17 ocupaciones ilegales de tierras; se dan a razón de una por año, si bien hay años en los que no se registran intervenciones no autorizadas de terrenos, al año siguiente se producen de dos a tres urbanismos precarios e improvisados.

Estas ocupaciones han devastado tierras húmedas con posibilidades agrícolas como en el caso de Kewei I y II, espacios boscosos, como en el caso de las barriadas bautizadas como El Salto y Simón Bolívar y más recientemente humedales generadores de agua como en el caso de Caño Amarillo.

Las invasiones contravienen leyes nacionales y locales. Sin embargo, con el pasar del tiempo, los ocupantes han recibido permisos de ocupación y de construcción por parte de la Alcaldía, lo cual les atribuye derechos sobre las bienhechurías, aunque no sobre la tierra, ya que en el municipio aún no se define el alcance de las tierras indígenas y por tanto hasta dónde llegan los terrenos no indígenas.

En estas barriadas se juntan viejos habitantes de Santa Elena de Uairén, quienes argumentan que ocupan porque no tienen casa y nuevos migrantes, que se desplazan desde las ciudades venezolanas en donde se ven sometidos a altos índices de inseguridad y desempleo, como Ciudad Bolívar y San Félix, ambas ubicadas en el estado Bolívar al cual pertenece la Gran Sabana.

Lamentablemente, como en Santa Elena hay pocas oportunidades de emplearse, los nuevos habitantes pasan a engrosar las largas filas de espera en las estaciones de venta de combustible para luego vender la gasolina a los brasileros o traficarla, burlando todos los controles vigentes, hasta las minas de oro y diamante que proliferan en esta frontera.

En Venezuela, el litro de gasolina cuesta menos de un bolívar por litro, mientras que en Brasil cuesta 3, 7 reales, al cambio alrededor de 250 bolívares y en las minas de Gran Sabana un tambor con 200 litros se comercializa fácilmente hasta en Bs. 18 000 es decir en Bs. 90 por cada litro.

Otros migrantes se van a las minas, que en general se ubican en las comunidades indígenas, atraídos por la ilusión del oro y el diamante y los menos se dedican al cambio de bolívares venezolanos por reales brasileros en el mercado paralelo; a pesar de que en el país existe un régimen de control de cambio desde hace una década, este es un negocio que les resulta muy lucrativo.

En esta oportunidad, en 2015, cientos de familias ocuparon un morichal es decir un humedal o naciente de agua poblado de las palmas conocidas por los pemon como moriches. El lugar se encuentra en los límites entre la capital municipal y la comunidad indígena de Sampai, mientras que otros intentaron ocupar los conucos ubicados en el extremo sur de Santa Elena hacia la comunidad indígena de Maurak, pero la comunidad se movilizó y la avanzada se frenó de inmediato.

El Parque Municipal Piedra Canaima, constituido por la zona boscosa que limita con las urbanizaciones de Colinas y Lomas de Piedra Canaima, también ha sido víctima de nuevas deforestaciones a la altura de Colinas de Santa Elena, una barriada también conocida como Los Araguatos pues antes de que esta zona fuera invadida era el hábitat de los monos aulladores.


jueves, 9 de abril de 2015

Indígenas pemón reflexionan con respecto a los pasivos ambientales en sus territorios

Impacto de la minería en el Río Ikabarú. Fotografía: Cortesía.

Por Morelia Morillo

Mientras avanzan en la presentación de los requisitos que el estado venezolano les exige para otorgarles la titularidad sobre de sus tierras ancestrales, las autoridades del pueblo indígena pemón analizan el tema de los pasivos ambientales existentes en las zonas que reclaman.
Lisa Henrito, asesora del Consejo de Caciques del Pueblo Pemón, explicó que en cada uno de los sectores en reclamo existen espacios deteriorados por la intervención humana, tanto por obras de infraestructura como por la explotación de oro y diamante.
A partir de Sierra de Lema, por donde se accede al Sector Oriental del Parque Nacional Canaima, se pueden observar las trochas y la deforestación que dejó la construcción del tendido eléctrico mediante el cual la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) suministra energía a buena parte del estado de Roraima, en el extremo norte de Brasil.
En el Sector Seis, correspondiente a Santa Elena de Uairén, se encuentra la Concesión Minera Cocsa 7 y en los territorios pemón ubicados en el municipio Sifontes del estado Bolívar la transnacional minera Placer Dome, cada una en grandes espacios de terreno que le fueron facilitados para su explotación.
Un caso específico
En abril de 2013, el sector VII-Ikabarú recibió su Título colectivo del hábitat y tierra de los pueblos indígenas de parte de la Comisión Nacional de Demarcación del Hábitat y Tierras de los Pueblos y Comunidades Indígenas.
Ese documento constituyó el primer  título otorgado a los pemón; en ese caso, por una extensión de 597 982, 87 hectáreas, en donde hacen vida 15 comunidades, un total de 1 165 familias, 4 650 personas.
A propósito, Juan Gabriel González, capitán general del sector VII, explicó que, de acuerdo con la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI), el título faculta a los pueblos ancestrales y  sus autoridades autóctonas a ser garantes y administradores de su territorio.
Sin embargo, explicó Henrito, las autoridades indígenas se toparon con una serie de concesiones mineras otorgadas a personas o cooperativas no indígenas.
En algunos casos, la autoridad indígena decidió el cese de los permisos de explotación minera, pero en todo caso ni las autoridades ancestrales ni su gente disponen de los recursos y del conocimiento técnico para solventar los perjuicios ambientales existentes.
La propuesta de Henrito apunta a la posibilidad de concretar en el mismo documento de titularidad qué ocurrirá con esas áreas en donde se han llevado a cabo movimientos de tierras, deforestación y otros.


lunes, 16 de febrero de 2015

La minería afecta zonas turísticas de Gran Sabana

En su condición natural, el rió Chaveru es uno de los lugares mas bellos de El Pauji.
Foto: Cortesía.

Por Morelia Morillo

Quienes durante la temporada de vacaciones que termina escogieron El Paují como su destino, desafortunadamente, no pudieron bañarse en sus ríos.

Los visitantes dijeron estar sorprendidos por la condición de la Poza Paují, absolutamente tapada por la arena y por la turbiedad del Chaverú; estos son dos de los principales ríos del lugar y los viajeros debieron internarse hacia El Cajón y La Gruta para conseguir aguas limpias. 

No obstante, en La Gruta se consiguieron con un grupo de mineros instalando sus máquinas para comenzar a operar al cierre de la temporada de turismo.

La situación se presentó también en la parte alta del sector oriental del Parque Nacional Canaima: el majestuoso río Kamá también estuvo sucio porque un grupo de personas continúa trabajando sobre el río Uroi Uarai en el sector alto de la cuenca.

Por petición de los turistas y algunos vecinos, los efectivos del puesto de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Peraitepui visitaron El Paují  en varias oportunidades a partir de la tercera semana del mes , pero se consiguieron con que los mineros habían salido del Chaverú y que el cauce estaba limpio.

Acuerdos incumplidos perturban desenvolvimiento comunal
El Paují es una comunidad mixta, en donde habitan familias indígenas pemón y no indígenas, ubicada a 80 kilómetros de Santa Elena de Uairén en el municipio Gran Sabana del estado Bolívar, en la frontera venezolana hacia el Brasil, en donde está prohibida la minería.

La prohibición parte de la importancia de estas cuencas para la hidroelectricidad de la cual se sirve al menos el 70% de la población del país.

Sin embargo, tras los acuerdos alcanzados entre las autoridades y las comunidades indígenas pemón en febrero de 2013, se permite la extracción de minerales preciosos siempre y cuando se trabaje lejos de los ríos, de forma artesanal  y se reforesten las áreas afectadas.

En la práctica, sin embargo, crece el tráfico de combustible y esto ocurre porque cada vez más mineros, indígenas y no indígenas, instalan sus maquinarias en el lecho de los ríos, alteran los cauces naturales, ensucian las aguas, facilitan la sedimentación, extraen las riquezas y se marchan sin recuperar las zonas intervenidas ni devolver  las plantas a sus sitios habituales.

En la comunidad de El Pauji se ha discutido acerca del impacto de la minería sobre el espacio geográfico del pueblo. En estos encuentros, el capitán Rogilio Campino ha manifestado que los acuerdos a los que se llegó con los mineros no se están cumpliendo es decir que ensucian las aguas y no reforestan.

El incumplimiento de los compromisos en esta materia es un motivo de preocupación para las Mujeres del Agua, puesto que, de acuerdo con la experiencia de Carmen Raquel Benavides, quien fue capitana y hoy forma parte de la Fundación, estas situaciones llevan a las autoridades indígenas a intervenir a través de las denuncias o de las intervenciones directas en las áreas devastadas, dos recursos que suelen ser una fuente de conflictos en la comunidad  y obstáculos para la consecución de proyectos comunes.

Sucede es que, a diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, en la Gran Sabana venezolana no hay compañías transnacionales haciendo minería sino hombres y mujeres indígenas y no indígenas, tanto venezolanos como extranjeros ilegales.

Estas personas trabajan con máquinas de hasta seis cilindros perforando enormes sabanas o removiendo el material del lecho de los ríos en donde hacen enormes boquetes.

Como, en términos formales, la minería está prohibida en estos espacios, sobre los cuales existen medidas de protección ambiental, la actividad se realiza de forma clandestina, el estado no percibe nada por los recursos extraídos del subsuelo y ante la impunidad se ha fortalecido la indiferencia entre quienes por tradición se inclinaron por la conservación de las selvas y ríos de Gran Sabana.

Autoridades deben actuar
Como conocedoras de la situación y de las perturbaciones que surgen dentro de la comunidad, cuando las autoridades indígenas intentan frenar los daños causados por la minería, en Mujeres del Agua se estima que lo prudente es que las supervisiones sean realizadas por las instituciones con competencia ambiental, como el Vice Ministerio de Ambiente, ahora adscrito al despacho de Vivienda y Hábitat y la propia Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que, al menos quincenalmente, visiten los ríos y documenten mediante fotos y videos la situación de estos lugares para levantar una base de datos.


En cuanto a los operativos ordenados por el Ejecutivo Nacional, reflexionan que “en vez de ser operaciones militares puntuales muy costosas tendrían mas impacto apoyando y supervisando a los funcionarios locales para garantizar que los ríos queden limpios”.

martes, 27 de enero de 2015

Mujeres del Agua se comprometieron a seguir trabajando en 2015

Thais Mercedes, de Kawi, recibiendo su certificado de manos de Elba Benavides, de la Fundación Mujeres del Agua. Fotografía: Morelia Morillo

Por Morelia Morillo
El día del encuentro de cierre de proyecto, las participantes del Sector 5 llegaron a Santa Elena de Uairen en un camión cava y las del Sector 7 en un camión  convencional dotado de una plataforma y barandas. Santa Elena es la capital del municipio Gran Sabana en el sureste profundo de Venezuela.
En ambos sectores, tanto en las comunidades indígenas pemón asentadas sobre la Troncal 10, en el área correspondiente al flanco oriental del Parque Nacional Canaima, como en las ubicadas en la zona de Ikabarú hay graves problemas de transporte dada las restricciones de combustible vinculadas a los planes de control del contrabando de gasolina hacia el Brasil y hacia las minas ilegales.
Las participantes del Programa de Formación en Liderazgo dirigido a las lideresas de las comunidades indígenas pemón comenzaron por explicar las razones de su retraso, mientras que Nicol Marcel, de la Fundación Mujeres del Agua, inició la reunión elogiando el compromiso de estas mujeres y el enorme esfuerzo que cada una de ellas hizo para consolidar el objetivo de formarse y fortalecerse en beneficio de sus familias y de sus comunidades.
Tras recibir sus certificados, las lideresas debatieron en cuanto a la posibilidad de dar continuidad a este programa, pues, en la medida en que se dio a conocer entre las mujeres de las comunidades, muchas de ellas se interesaron en participar, pero además intercambiaron ideas con respecto a las diferentes líneas de trabajo que quisieran seguir durante el venidero año 2015.
Cornelio Castro, esposo de Alicia Lanz, capitana de la comunidad de Kawi, quien desde un principio pidió permiso para asistir a los talleres de Género y Cátedra Indígena, dijo que para él, como agricultor tradicional, “lo más importante es la salud y cultivar la tierra y se pueden sacar medicamentos”.
La familia Castro Lanz mantiene un área productiva en donde cultivan rubros tradicionales como la yuca y menos comunes como el arroz, sin embargo les gustaría recibir asesoría para mejorar su producción y herramientas para facilitar el trabajo que realizan diariamente.
Las participantes también rescataron la idea de Regina Colón, una de las asistentes al taller de campo de San Ignacio de Yuruaní, quien dijo que su sueño es plasmar en una película de cine los Cuentos de los Abuelos, editados por la organización Itekaré Yüwá con el apoyo de Electrificación del Caroní (EDELCA).
E igualmente recordaron que Benedicta Asís, quien actuó como facilitadora, junto a Divizay Delfino, en los talleres del Cátedra Indígena, insistió en la necesidad de seguir divulgando los saberes de la cultura pemón en las escuelas, entre las maestras, maestros y sus estudiantes.
Por lo pronto, Mujeres del Agua comenzará 2015 con el Plan de Reforestación Nuestros Conucos de la Sabana concebido para recuperar con especies comestibles las áreas intervenidas por la minería en la comunidad de El Paují e igualmente se prepara para emprender un Diplomado en Derechos Humanos dirigido a las comunidades indígena pemón como habitantes ancestrales de la Gran Sabana.
                                                               


Lideresas compartieron conocimientos con sus comunidades


 
Taller de las Mujeres del Agua en San Ignacio de Yuruani. Fotografía: Morelia Morillo


Por Morelia Morillo
A finales de noviembre, cuando las participantes del Programa de Fortalecimiento de Liderazgo visitaron la comunidad de Mapaurí, fueron recibidas con cierta indiferencia.
Mapaurí es una comunidad pemón ubicada a 50 kilómetros de Santa Elena de Uairén, la capital del municipio Gran Sabana en el sureste profundo de Venezuela, un sitio en donde con frecuencia se toma mucho licor y se producen escenas de violencia familiar.
Las lideresas llegaron para compartir con sus paisanas en torno a Género y Cátedra Indígena, las dos materias abordadas durante su formación, y se toparon con que precisamente, el día anterior, un hombre borracho había golpeado a su esposa.
Muchos sentían temor ante los paisanos visitantes, creían que denunciarían al agresor y por eso se alejaron del grupo, mientras que algunas abuelas y madres jóvenes se acercaron para escuchar los planteamientos de las lideresas.
En Mapurí, Ceferina Ayuso y Alicia Lanz, ex capitana y capitana de las comunidades pemón de San Ignacio de Yuruaní y Kawí, hablaron acerca del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, se refirieron no sólo a la violencia física sino también a las agresiones sicológicas, al embarazo  en las adolescentes, a las enfermedades de transmisión sexual y a la necesidad de hablar con los muchachos y muchachas francamente acerca de los métodos de prevención.
Alicia Lanz, una mujer con más de 35 años de vida en pareja y 18 hijos, habló de su propia experiencia y de la manera en que la comunicación y el respeto beneficiaron la convivencia en su hogar. De entre las asistentes comenzaron a salir dolorosos testimonios y al menos dos de ellas solicitaron que se den más talleres para invitar a sus maridos y que estos escuchen, aprendan y cambien para bien.
Al despedirse, Celina Daniels, la facilitadora de Género, colocó en manos de cada una de las madres y abuelas del lugar la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y se comprometió a volver para continuar aprendiendo y mejorando juntas.
En San Ignacio, a donde acudieron a principios de diciembre, compartieron acerca de las tradiciones y de la importancia de que las madres y abuelas  enseñen a los más jóvenes a hacer kachiri y parakari, bebidas tradicionales, a hilar algodón, a tejer hamacas, sebucanes y otras piezas utilitarias.
Benedicta Asis, una de las facilitadoras de Cátedra, recordó que anteriormente abundaba la cacería porque los abuelos cantaban y ahora “los animalitos están muy mañosos porque no tienen esos cantos”.
Benedicta y Divizay Delfino dejaron claro que el propósito no es volver “al guayuco”, al vestuario que empleaban hace un siglo, pero si practicar lo mejor de sus costumbres.
Divizay lo dijo así: “Nosotros, como indígenas, tenemos una cultura ambientalista, de mucho respeto.  Sin embargo, tratando de imitar a los otros nos estamos destruyendo”.
En cuanto al desempeño del liderazgo, Divizay recordó que por tradición el liderazgo en las familias y comunidades pemón es compartido: “Tenemos que buscar la manera de complementarnos porque tradicionalmente el liderazgo siempre fue entre dos”.
También en San Ignacio se habló de violencia de género y Celina Daniels explicó que entre los pemón se aceptan lo que ella llamó “formas de violencia sutiles”, como atender primero a los hombres a la hora de comer o negarle a la mujer la posibilidad de opinar.
 “La propia cultura te ensena que, como mujer, debes callar el maltrato del cual eres víctima en la relación de pareja”, dijo Celina.
Mercedes Castro, otra de las participantes del programa, reflexionó en cuanto a la importancia de la ley, pero al mismo tiempo dijo que, a veces, son las mujeres las causantes de los problemas, “cuando no atendemos el hogar, cuando bebemos. “Sin hablar no hay mejoría dentro del hogar  y nosotras las mujeres tenemos ese conocimiento desde el amor”.
 “Si llegamos solamente con esto,  con estas leyes, estamos erradas también”, dijo Mercedes Castro, madre de cuatro hijos con más de 10 años de vida junto a su marido.
En la comunidad de El Paují, a 80 kilómetros de Santa Elena, un lugar en donde se ha hecho muy frecuente el embarazo temprano, una situación que ciertamente afecta a buena parte del municipio, Carmen y Elba Benavides, otras de las participantes y sus facilitadoras también hablaron de las costumbres indígenas y Benedicta Asis compartió con los estudiantes algunos de los cantos.
Pero especialmente se dedicaron a dialogar, con más de 40 muchachos y muchachas, con padres, representantes, con los maestros y maestras, en cuanto a la necesidad de conversar sinceramente, de sexo, de los métodos anti conceptivos y de la prevención de enfermedades de transmisión sexual.
Ella percibió que algunos profesores piensan que “el sexo es malo”. “El sexo no es malo, si hasta los mosquitos, las libélulas lo hacen”, dijo ella, quien insistió en que lo importante es hacerlo con información y responsabilidad y a buen tiempo, no siendo niños y niñas.



domingo, 30 de noviembre de 2014

Mujeres indígenas iniciaron su Capacitación en Liderazgo


Por Morelia Morillo

Con una primera sesión enfocada en el tema de Género, la Fundación Mujeres del  Agua inició a mediados de septiembre de 2014 su proyecto de Capacitación en Liderazgo.
En esta Fundación se juntan un grupo de mujeres rurales, indígenas y no indígenas, motivadas por un mismo interés: su participación en pro de la defensa de los derechos socio-ambientales en las comunidades de Gran Sabana, territorio ancestral del pueblo pemón, un municipio ubicado en la remota frontera venezolana con Brasil, un espacio en donde nacen las aguas que generan al menos 70% de la electricidad que consume el país y en donde docenas de hombres y mujeres practican la minería.