lunes, 16 de febrero de 2015

La minería afecta zonas turísticas de Gran Sabana

En su condición natural, el rió Chaveru es uno de los lugares mas bellos de El Pauji.
Foto: Cortesía.

Por Morelia Morillo

Quienes durante la temporada de vacaciones que termina escogieron El Paují como su destino, desafortunadamente, no pudieron bañarse en sus ríos.

Los visitantes dijeron estar sorprendidos por la condición de la Poza Paují, absolutamente tapada por la arena y por la turbiedad del Chaverú; estos son dos de los principales ríos del lugar y los viajeros debieron internarse hacia El Cajón y La Gruta para conseguir aguas limpias. 

No obstante, en La Gruta se consiguieron con un grupo de mineros instalando sus máquinas para comenzar a operar al cierre de la temporada de turismo.

La situación se presentó también en la parte alta del sector oriental del Parque Nacional Canaima: el majestuoso río Kamá también estuvo sucio porque un grupo de personas continúa trabajando sobre el río Uroi Uarai en el sector alto de la cuenca.

Por petición de los turistas y algunos vecinos, los efectivos del puesto de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) de Peraitepui visitaron El Paují  en varias oportunidades a partir de la tercera semana del mes , pero se consiguieron con que los mineros habían salido del Chaverú y que el cauce estaba limpio.

Acuerdos incumplidos perturban desenvolvimiento comunal
El Paují es una comunidad mixta, en donde habitan familias indígenas pemón y no indígenas, ubicada a 80 kilómetros de Santa Elena de Uairén en el municipio Gran Sabana del estado Bolívar, en la frontera venezolana hacia el Brasil, en donde está prohibida la minería.

La prohibición parte de la importancia de estas cuencas para la hidroelectricidad de la cual se sirve al menos el 70% de la población del país.

Sin embargo, tras los acuerdos alcanzados entre las autoridades y las comunidades indígenas pemón en febrero de 2013, se permite la extracción de minerales preciosos siempre y cuando se trabaje lejos de los ríos, de forma artesanal  y se reforesten las áreas afectadas.

En la práctica, sin embargo, crece el tráfico de combustible y esto ocurre porque cada vez más mineros, indígenas y no indígenas, instalan sus maquinarias en el lecho de los ríos, alteran los cauces naturales, ensucian las aguas, facilitan la sedimentación, extraen las riquezas y se marchan sin recuperar las zonas intervenidas ni devolver  las plantas a sus sitios habituales.

En la comunidad de El Pauji se ha discutido acerca del impacto de la minería sobre el espacio geográfico del pueblo. En estos encuentros, el capitán Rogilio Campino ha manifestado que los acuerdos a los que se llegó con los mineros no se están cumpliendo es decir que ensucian las aguas y no reforestan.

El incumplimiento de los compromisos en esta materia es un motivo de preocupación para las Mujeres del Agua, puesto que, de acuerdo con la experiencia de Carmen Raquel Benavides, quien fue capitana y hoy forma parte de la Fundación, estas situaciones llevan a las autoridades indígenas a intervenir a través de las denuncias o de las intervenciones directas en las áreas devastadas, dos recursos que suelen ser una fuente de conflictos en la comunidad  y obstáculos para la consecución de proyectos comunes.

Sucede es que, a diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, en la Gran Sabana venezolana no hay compañías transnacionales haciendo minería sino hombres y mujeres indígenas y no indígenas, tanto venezolanos como extranjeros ilegales.

Estas personas trabajan con máquinas de hasta seis cilindros perforando enormes sabanas o removiendo el material del lecho de los ríos en donde hacen enormes boquetes.

Como, en términos formales, la minería está prohibida en estos espacios, sobre los cuales existen medidas de protección ambiental, la actividad se realiza de forma clandestina, el estado no percibe nada por los recursos extraídos del subsuelo y ante la impunidad se ha fortalecido la indiferencia entre quienes por tradición se inclinaron por la conservación de las selvas y ríos de Gran Sabana.

Autoridades deben actuar
Como conocedoras de la situación y de las perturbaciones que surgen dentro de la comunidad, cuando las autoridades indígenas intentan frenar los daños causados por la minería, en Mujeres del Agua se estima que lo prudente es que las supervisiones sean realizadas por las instituciones con competencia ambiental, como el Vice Ministerio de Ambiente, ahora adscrito al despacho de Vivienda y Hábitat y la propia Guardia Nacional Bolivariana (GNB), que, al menos quincenalmente, visiten los ríos y documenten mediante fotos y videos la situación de estos lugares para levantar una base de datos.


En cuanto a los operativos ordenados por el Ejecutivo Nacional, reflexionan que “en vez de ser operaciones militares puntuales muy costosas tendrían mas impacto apoyando y supervisando a los funcionarios locales para garantizar que los ríos queden limpios”.

martes, 27 de enero de 2015

Mujeres del Agua se comprometieron a seguir trabajando en 2015

Thais Mercedes, de Kawi, recibiendo su certificado de manos de Elba Benavides, de la Fundación Mujeres del Agua. Fotografía: Morelia Morillo

Por Morelia Morillo
El día del encuentro de cierre de proyecto, las participantes del Sector 5 llegaron a Santa Elena de Uairen en un camión cava y las del Sector 7 en un camión  convencional dotado de una plataforma y barandas. Santa Elena es la capital del municipio Gran Sabana en el sureste profundo de Venezuela.
En ambos sectores, tanto en las comunidades indígenas pemón asentadas sobre la Troncal 10, en el área correspondiente al flanco oriental del Parque Nacional Canaima, como en las ubicadas en la zona de Ikabarú hay graves problemas de transporte dada las restricciones de combustible vinculadas a los planes de control del contrabando de gasolina hacia el Brasil y hacia las minas ilegales.
Las participantes del Programa de Formación en Liderazgo dirigido a las lideresas de las comunidades indígenas pemón comenzaron por explicar las razones de su retraso, mientras que Nicol Marcel, de la Fundación Mujeres del Agua, inició la reunión elogiando el compromiso de estas mujeres y el enorme esfuerzo que cada una de ellas hizo para consolidar el objetivo de formarse y fortalecerse en beneficio de sus familias y de sus comunidades.
Tras recibir sus certificados, las lideresas debatieron en cuanto a la posibilidad de dar continuidad a este programa, pues, en la medida en que se dio a conocer entre las mujeres de las comunidades, muchas de ellas se interesaron en participar, pero además intercambiaron ideas con respecto a las diferentes líneas de trabajo que quisieran seguir durante el venidero año 2015.
Cornelio Castro, esposo de Alicia Lanz, capitana de la comunidad de Kawi, quien desde un principio pidió permiso para asistir a los talleres de Género y Cátedra Indígena, dijo que para él, como agricultor tradicional, “lo más importante es la salud y cultivar la tierra y se pueden sacar medicamentos”.
La familia Castro Lanz mantiene un área productiva en donde cultivan rubros tradicionales como la yuca y menos comunes como el arroz, sin embargo les gustaría recibir asesoría para mejorar su producción y herramientas para facilitar el trabajo que realizan diariamente.
Las participantes también rescataron la idea de Regina Colón, una de las asistentes al taller de campo de San Ignacio de Yuruaní, quien dijo que su sueño es plasmar en una película de cine los Cuentos de los Abuelos, editados por la organización Itekaré Yüwá con el apoyo de Electrificación del Caroní (EDELCA).
E igualmente recordaron que Benedicta Asís, quien actuó como facilitadora, junto a Divizay Delfino, en los talleres del Cátedra Indígena, insistió en la necesidad de seguir divulgando los saberes de la cultura pemón en las escuelas, entre las maestras, maestros y sus estudiantes.
Por lo pronto, Mujeres del Agua comenzará 2015 con el Plan de Reforestación Nuestros Conucos de la Sabana concebido para recuperar con especies comestibles las áreas intervenidas por la minería en la comunidad de El Paují e igualmente se prepara para emprender un Diplomado en Derechos Humanos dirigido a las comunidades indígena pemón como habitantes ancestrales de la Gran Sabana.
                                                               


Lideresas compartieron conocimientos con sus comunidades


 
Taller de las Mujeres del Agua en San Ignacio de Yuruani. Fotografía: Morelia Morillo


Por Morelia Morillo
A finales de noviembre, cuando las participantes del Programa de Fortalecimiento de Liderazgo visitaron la comunidad de Mapaurí, fueron recibidas con cierta indiferencia.
Mapaurí es una comunidad pemón ubicada a 50 kilómetros de Santa Elena de Uairén, la capital del municipio Gran Sabana en el sureste profundo de Venezuela, un sitio en donde con frecuencia se toma mucho licor y se producen escenas de violencia familiar.
Las lideresas llegaron para compartir con sus paisanas en torno a Género y Cátedra Indígena, las dos materias abordadas durante su formación, y se toparon con que precisamente, el día anterior, un hombre borracho había golpeado a su esposa.
Muchos sentían temor ante los paisanos visitantes, creían que denunciarían al agresor y por eso se alejaron del grupo, mientras que algunas abuelas y madres jóvenes se acercaron para escuchar los planteamientos de las lideresas.
En Mapurí, Ceferina Ayuso y Alicia Lanz, ex capitana y capitana de las comunidades pemón de San Ignacio de Yuruaní y Kawí, hablaron acerca del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, se refirieron no sólo a la violencia física sino también a las agresiones sicológicas, al embarazo  en las adolescentes, a las enfermedades de transmisión sexual y a la necesidad de hablar con los muchachos y muchachas francamente acerca de los métodos de prevención.
Alicia Lanz, una mujer con más de 35 años de vida en pareja y 18 hijos, habló de su propia experiencia y de la manera en que la comunicación y el respeto beneficiaron la convivencia en su hogar. De entre las asistentes comenzaron a salir dolorosos testimonios y al menos dos de ellas solicitaron que se den más talleres para invitar a sus maridos y que estos escuchen, aprendan y cambien para bien.
Al despedirse, Celina Daniels, la facilitadora de Género, colocó en manos de cada una de las madres y abuelas del lugar la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y se comprometió a volver para continuar aprendiendo y mejorando juntas.
En San Ignacio, a donde acudieron a principios de diciembre, compartieron acerca de las tradiciones y de la importancia de que las madres y abuelas  enseñen a los más jóvenes a hacer kachiri y parakari, bebidas tradicionales, a hilar algodón, a tejer hamacas, sebucanes y otras piezas utilitarias.
Benedicta Asis, una de las facilitadoras de Cátedra, recordó que anteriormente abundaba la cacería porque los abuelos cantaban y ahora “los animalitos están muy mañosos porque no tienen esos cantos”.
Benedicta y Divizay Delfino dejaron claro que el propósito no es volver “al guayuco”, al vestuario que empleaban hace un siglo, pero si practicar lo mejor de sus costumbres.
Divizay lo dijo así: “Nosotros, como indígenas, tenemos una cultura ambientalista, de mucho respeto.  Sin embargo, tratando de imitar a los otros nos estamos destruyendo”.
En cuanto al desempeño del liderazgo, Divizay recordó que por tradición el liderazgo en las familias y comunidades pemón es compartido: “Tenemos que buscar la manera de complementarnos porque tradicionalmente el liderazgo siempre fue entre dos”.
También en San Ignacio se habló de violencia de género y Celina Daniels explicó que entre los pemón se aceptan lo que ella llamó “formas de violencia sutiles”, como atender primero a los hombres a la hora de comer o negarle a la mujer la posibilidad de opinar.
 “La propia cultura te ensena que, como mujer, debes callar el maltrato del cual eres víctima en la relación de pareja”, dijo Celina.
Mercedes Castro, otra de las participantes del programa, reflexionó en cuanto a la importancia de la ley, pero al mismo tiempo dijo que, a veces, son las mujeres las causantes de los problemas, “cuando no atendemos el hogar, cuando bebemos. “Sin hablar no hay mejoría dentro del hogar  y nosotras las mujeres tenemos ese conocimiento desde el amor”.
 “Si llegamos solamente con esto,  con estas leyes, estamos erradas también”, dijo Mercedes Castro, madre de cuatro hijos con más de 10 años de vida junto a su marido.
En la comunidad de El Paují, a 80 kilómetros de Santa Elena, un lugar en donde se ha hecho muy frecuente el embarazo temprano, una situación que ciertamente afecta a buena parte del municipio, Carmen y Elba Benavides, otras de las participantes y sus facilitadoras también hablaron de las costumbres indígenas y Benedicta Asis compartió con los estudiantes algunos de los cantos.
Pero especialmente se dedicaron a dialogar, con más de 40 muchachos y muchachas, con padres, representantes, con los maestros y maestras, en cuanto a la necesidad de conversar sinceramente, de sexo, de los métodos anti conceptivos y de la prevención de enfermedades de transmisión sexual.
Ella percibió que algunos profesores piensan que “el sexo es malo”. “El sexo no es malo, si hasta los mosquitos, las libélulas lo hacen”, dijo ella, quien insistió en que lo importante es hacerlo con información y responsabilidad y a buen tiempo, no siendo niños y niñas.



domingo, 30 de noviembre de 2014

Mujeres indígenas iniciaron su Capacitación en Liderazgo


Por Morelia Morillo

Con una primera sesión enfocada en el tema de Género, la Fundación Mujeres del  Agua inició a mediados de septiembre de 2014 su proyecto de Capacitación en Liderazgo.
En esta Fundación se juntan un grupo de mujeres rurales, indígenas y no indígenas, motivadas por un mismo interés: su participación en pro de la defensa de los derechos socio-ambientales en las comunidades de Gran Sabana, territorio ancestral del pueblo pemón, un municipio ubicado en la remota frontera venezolana con Brasil, un espacio en donde nacen las aguas que generan al menos 70% de la electricidad que consume el país y en donde docenas de hombres y mujeres practican la minería.

Lideresas rescatan sus saberes y valores ancestrales


Por Morelia Morillo

La Fundación Mujeres del Agua y las participantes del proyecto de Capacitación en Liderazgo comenzaron durante la segunda semana de octubre sus estudios de Cátedra Indígena.
Se trata del segundo módulo concebido como parte del programa de Liderazgo impulsado por esta organización. Inicialmente, las mujeres indagaron en el tema de Género, que próximamente llevarán a sus comunidades y luego comenzaron con Cátedra Indígena.

Mujeres del Agua reflexionan sobre distorsiones de la economía local


Por Morelia Morillo

En El Paují, una comunidad mixta, de indígenas y no indígenas, ubicada al sureste del municipio Gran Sabana, en Venezuela, se discutió recientemente si la tarea de encender y apagar la planta eléctrica del pueblo ameritaba de un pago mensual de Bs. 8000 para el encargado.

Algunos argumentaban que el monto casi duplica el mínimo nacional (de Bs. 4889,11 a partir del 1 de diciembre de 2014, luego de que se oficializara un incremento de 15%) mientras que otros garantizaban que sólo así conseguirían quien se encargara de activar y desactivar el generador.
Y precisamente, a propósito de esta disyuntiva y de otras muy similares, las participantes de la Fundación Mujeres del Agua reflexionaban acerca de que en la comunidad es casi imposible dar con alguien para que trabaje en labores de construcción, de limpieza o de mantenimiento de áreas verdes puesto que la mayoría de los hombres y mujeres prefieren ir a la mina.

Lideresas indígenas denuncian minería en áreas del Sector Oriental del Parque Nacional Canaima


Por Morelia Morillo

Desde que se inició la minería en el Sector Oriental del Parque Nacional Canaima, las mujeres de Kawí asumieron la misión de defender los ríos y sabanas de la vasta zona en donde han vivido siempre.
El Sector Oriental del Parque Nacional Canaima, lo que se conoce como la Gran Sabana, se encuentra el sureste extremo de Venezuela de cara al Brasil. Se trata del territorio ancestral del pueblo pemón, la tierra de los tepui, una extensión de 3 000 000 de hectáreas declarada como área protegida desde 1991 y como Patrimonio de la Humanidad (UNESCO) desde 1994 y en donde, por supuesto, no se puede ejercer ninguna actividad que atente contra la belleza, fragilidad y diversidad del sitio.