viernes, 27 de noviembre de 2015

                            Pésima Educación

Qué está pasando con la educación en el pauji? Municipio Gran Sabana, como es posible qué para 6 grado de (1 a 6) tenemos un solo maestro lo cual no es suficiente para atender a nuestros niños,ellos merecen una buena educación porque son el futuro de Venezuela.Nuestro presidente dice que somos uno de los países mas ricos del mundo,tenemos grandes reserva de petróleo,tenemos oro y diamante, tenemos flora y fauna y muchos mas, pero como es posible qué no haya puestos para ampliae el equipo de los profesores, así ofrecer a nuestros hijos un mejor estudios para que puedan entender mejor las clases,cada grado tiene que tener su maestro, así no confundir las clases,porque todos metido en un solo salón y con un solo maestro es totalmente incomodo e injusto.
Que hacemos? A donde acudimos? Con quien hablamos? Porqué hemos hizo a ciudad Bolívar varios Representantes, hemos puesto nuestra preocupación, hemos dejado nuestra propuesta por escrito, pero no hemos tenido respuestas
Queremos mas hechos menos habladurías

lunes, 23 de noviembre de 2015



Escrito por : Manuela Gallini



EL CONUCO: una forma de vida que está desapareciendo

 

El conuco, no representa solo el cultivo si no una verdadera forma de vivir. En un principio la población indígena pemón basaba su economía y sustentamiento en el cultivo, la caza y la pesca. Alrededor de esta zona de tierra se desarrollaba el entero día del núcleo familiar.
El conuco sigue representando una zona de selva que viene quemada, para disminuir el acidez de la tierra y después sembrada a yuca, ocumo, batata, plátanos, cambures y poco más. Simplemente con las diferentes tipologías de yuca sembrada se produce el casabe, la fariña, almidón y las bebidas como el cachiri y el paracari (bebidas alcohólicas producidas con el fermento de hoja de yuca). Alrededor de los cultivos se encuentra la casabera, zona donde las mujeres cocinan y preparan los productos. Una churuata con hamacas tendidas y un fuego representaban las casas de los indígenas pemones, aquí los hijos aprendían desde un principio el arte de la vida.
Una de las comunidades más campesinas se sitúa a unos 80 Kilometros de la capital del municipio; estoy hablando de la comunidad de Waiparu. Una comunidad desarrollada entre ríos y selva, un hermoso connubio de las riquezas naturales. Para quien como yo, no tenía cultivo, esta comunidad representaba un supermercado al aire libre, recoger frutas desde el árbol con la conciencia de estar agarrando algo natural, sin pesticidas, sin venenos era una verdadera riqueza. Observar el arte del cocinar el casabe, producir el Kumachi (picante sacado del jugo de la yuca amarga) era poder conocer algo más de esta cultura tan rica y sabia. Desafortunadamente en pocos años, todo esto está desapareciendo muy rápidamente. Los viejos de las familias ya no tienen fuerzas para seguir produciendo y cultivando mientras los hijos, atrapados por el dinero y el oro, no aprenden las técnicas, ni los secretos de los ancestros. Esta riqueza se está perdiendo cada vez más a causa de una economía global que cada vez nos está invadiendo.
No se puede volver atrás, ni tampoco borrar los errores hechos pero hay que mantener viva esta sabiduría para que la multiculturalidad siga enriqueciendo nuestro mundo, demasiado homogeneizado por falsos valores. Me pregunto entonces como se puede trasmitir a los más jóvenes el amor y el interés hacia algo sagrado? Como se puede mantener el paso con la tecnología y la contemporaneidad manteniendo firmes y presentes los conocimientos ancestrales?
 

miércoles, 11 de noviembre de 2015



Tüna
Agua, uno de los bienes más importantes para nuestra sobrevivencia.

En El Paují,  muchas veces damos por cierta su presencia, el agua corre en los ríos cercanos, desborda de los manantiales y llena nuestros pozos. Pero qué pasa cuando de repente nuestras casas se quedan sin ella? Cuando no tenemos agua para beber, para lavarnos, para limpiar? Cuando la cuenca en la que vivimos se transforma en una aldea africana, donde el agua queda lejos y sobre todo donde el agua limpia no se encuentra si no en la nevera de una bodega.
Esto ha pasado aquí en El Paují por cuatro largos meses hasta que las mujeres y los habitantes del pueblo se despertaron y convocaron una reunión. No solo surgieron los problemas técnicos relacionados con la mala gestión de un acueducto si no emerge el tema fundamental de la contaminación de los ríos, de su sequedad y de la basura que los acompaña en sus cauces. Varias voces de mujeres se han levantado pidiendo más respeto hacia uno de los bienes vitales que la naturaleza, en nuestro caso, nos ha regalado, simplemente por vivir en la cabecera de varios ríos. La importancia del agua a veces se descubre solo en los momentos de sequía, mientras durante el resto del tiempo nos aprovechamos de ella y la descuidamos. Esto pasó en los ríos del Paují. Con la falta de agua los habitantes empezaron a dirigirse hacia los rabines más cercanos y no contaminados por la minería, pero dejando el rastro de su pasaje: basura, plásticos, latas. Muchos no se han preocupado de fruir del agua y del río dejándolo así como la naturaleza nos lo ha puesto y no han pensado que después pasará por allí más gente necesitada de esa misma agua.
Muchas mujeres, cansadas de la situación, han levantado la voz en esta reunión, explicando a los más irresponsables la necesidad de mantener los ríos y sus afluentes limpios y a servicio de todos y todas. Hay que empezar a responsabilizarse y a darse cuenta de que el agua no es un bien infinito pero si de vital importancia. Un accidente común, como el mal funcionamiento de un acueducto, ha despertado la mente de muchas personas. La falta de agua en las casas, la sequía de los ríos debida a la minería y al cambio climático ha evidenciado una importante emergencia: el cuidado de los ríos y de sus aguas.


viernes, 6 de noviembre de 2015

Mujeres reciben impulso para la Recuperación Productiva de Manak Karán



Este impulso llegó a través Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (FMAM-ONU) en alianza con el Consejo Comunal de Karawaré Tuy

Por Morelia Morillo
Fotografías: Cortesía de Atilano Azuaje.

Si bien Carmen Raquel Benavides comenzó a cuidar de Manak Karán hace casi 30 años, recientemente ella y su familia recibieron un aporte económico que les permitirá materializar su Proyecto de Recuperación Productiva de Manak Karán.

Este impulso llegó a través Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (FMAM-ONU) en alianza con el Consejo Comunal de Karawaré Tuy, del cual forma parte Carmen Raquel Benavides, quien además integra la junta directiva de la Fundación Mujeres del Agua.

En una primera fase del proyecto, Carmen Raquel y sus hijas, con el apoyo de sus familiares y vecinos, equiparán el restaurante, lo cual les permitirá comenzar a trabajar e iniciarán los talleres bilingües (pemón-español) para  la formación de jóvenes locales como guías intérpretes de la naturaleza.

Pero además, ellas vienen contando y seguirán contando con el acompañamiento de Atilano Azuaje, de la Asociación Civil La Cosecha, un técnico, con más de tres décadas de presencia en la zona, a quien reconoce como "un hermano".

Manak Karán, conocido por lo no indígenas como El Cajón, es un río de enormes lajas que tomó su nombre del espíritu femenino al cual los pemón taurepán identifican como el cuidador de las aguas amarillentas del lugar. Luego, llegaron los mineros artesanales, los llamados paleros, en busca de oro y diamantes.

Carmen Raquel, quien nació en la comunidad de Waiparú, pero ha vivido buena parte de su vida en Karawaretuy (El Paují), se asentó en Manak Karán a mediados de los ochenta y allí vivió durante casi una década. Pero, al nacer sus hijas, decidió volver a Karawaré Tuy, para estar más cerca de su familia, y, desde entonces, los mineros de las máquinas empezaron a trabajar el río y sus orillas.

No obstante, aunque no viviera permanentemente en el sitio, Carmen Raquel, decidió continuar cuidándolo desde los días en que se desempeñó como capitana de Karawaré Tuy (2007-2008). A todo el que se atrevió a colocar sus motores en el río, le dio un plazo de horas para sacarlo, comenzó a reforestar con plantas de roroi yek (merey de montaña) y promovió una idea productiva para la recuperación de un lugar que describe como "hermoso, muy especial".

Actualmente, en la zona de El Paují hay más minería destructiva que nunca y, sin embargo, las aguas de El Cajón permanecen cristalinas. Se trata, vale destacar, del esfuerzo y logro de una mujer, madre de tres hijas, lideresa, quien se ha dedicado a construir y recuperar en donde otros dejaron destrucción.

Aún hay mucho por hacer: "Han trabajado encima de la laja entonces queda el peladero, el arenero", relata ella. "Todavía, después de diez años, se siguen abriendo cárcavas producto de una minería irracional", nos contó Atilano Azuaje.

El Proyecto de Recuperación Productiva de Manak Karán incluye, además del restaurante y la formación de guías, la definición de un sendero de interpretación de la naturaleza y la reforestación, con especies autóctonas, de las áreas intervenidas por la minería.

Azuaje comentó que en un año como 2015, de extrema sequía, durante el cual los caudales de los ríos locales han descendido considerablemente, "se pone en evidencia, la importancia de la recuperación de cuencas".
Otra oportunidad
El Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial de la Organización de las Naciones Unidas (FMAM-ONU), en alianza con la Fundación Mujeres del Agua y La Cosecha, también benefició al proyecto Unmoró Tuy Pon, una expresión pemón que se traduce como Mi conuco en la Sabana.

El objetivo de Margarita García y Elba Benavides es hacer de los patios de sus casas lugares productivos, desarrollar espacios para el procesamiento de alimentos y de tal manera tener las cosechas cerca y sin necesidad de deforestar espacios boscosos, como es tradición entre los pemón.


Ambos planteamientos fueron concebidos durante los talleres de Formulación de Proyectos y Manejo Sustentable de Cuencas que impulsaron la Fundación Mujeres del Agua y la Asociación Civil La Cosecha entre 2013-2014.

viernes, 24 de abril de 2015

Nuevas invasiones impactan cuenca hidrográfica y comunidades indígenas de Gran Sabana

 
Estos morichales se encuentran entre la comunidad indígena de Sampai y Santa Elena de Uairén. Fotografía: Morelia Morillo R.

Por Morelia Morillo Ramos 

Desde comienzos de 2015, una nueva ola de invasiones se produce en los extremos de la ciudad capital del municipio Gran Sabana, Santa Elena de Uairén.

Santa Elena alberga alrededor de 25 mil habitantes y es el último centro poblado venezolano hacia el sureste profundo del país, en la frontera con Brasil.

Para la Fundación Mujeres del Agua, este tema requiere de inmediata atención.

Se trata de la única zona no indígena en un municipio que constituye el territorio ancestral del pueblo indígena pemón y además un centro poblado rodeado de áreas protegidas por su condición de productora de agua. Es la Cuenca Hidrográfica del Caroní, generadora del 70% de la electricidad nacional.

En los últimos 17 años, en Santa Elena se han producido al menos 17 ocupaciones ilegales de tierras; se dan a razón de una por año, si bien hay años en los que no se registran intervenciones no autorizadas de terrenos, al año siguiente se producen de dos a tres urbanismos precarios e improvisados.

Estas ocupaciones han devastado tierras húmedas con posibilidades agrícolas como en el caso de Kewei I y II, espacios boscosos, como en el caso de las barriadas bautizadas como El Salto y Simón Bolívar y más recientemente humedales generadores de agua como en el caso de Caño Amarillo.

Las invasiones contravienen leyes nacionales y locales. Sin embargo, con el pasar del tiempo, los ocupantes han recibido permisos de ocupación y de construcción por parte de la Alcaldía, lo cual les atribuye derechos sobre las bienhechurías, aunque no sobre la tierra, ya que en el municipio aún no se define el alcance de las tierras indígenas y por tanto hasta dónde llegan los terrenos no indígenas.

En estas barriadas se juntan viejos habitantes de Santa Elena de Uairén, quienes argumentan que ocupan porque no tienen casa y nuevos migrantes, que se desplazan desde las ciudades venezolanas en donde se ven sometidos a altos índices de inseguridad y desempleo, como Ciudad Bolívar y San Félix, ambas ubicadas en el estado Bolívar al cual pertenece la Gran Sabana.

Lamentablemente, como en Santa Elena hay pocas oportunidades de emplearse, los nuevos habitantes pasan a engrosar las largas filas de espera en las estaciones de venta de combustible para luego vender la gasolina a los brasileros o traficarla, burlando todos los controles vigentes, hasta las minas de oro y diamante que proliferan en esta frontera.

En Venezuela, el litro de gasolina cuesta menos de un bolívar por litro, mientras que en Brasil cuesta 3, 7 reales, al cambio alrededor de 250 bolívares y en las minas de Gran Sabana un tambor con 200 litros se comercializa fácilmente hasta en Bs. 18 000 es decir en Bs. 90 por cada litro.

Otros migrantes se van a las minas, que en general se ubican en las comunidades indígenas, atraídos por la ilusión del oro y el diamante y los menos se dedican al cambio de bolívares venezolanos por reales brasileros en el mercado paralelo; a pesar de que en el país existe un régimen de control de cambio desde hace una década, este es un negocio que les resulta muy lucrativo.

En esta oportunidad, en 2015, cientos de familias ocuparon un morichal es decir un humedal o naciente de agua poblado de las palmas conocidas por los pemon como moriches. El lugar se encuentra en los límites entre la capital municipal y la comunidad indígena de Sampai, mientras que otros intentaron ocupar los conucos ubicados en el extremo sur de Santa Elena hacia la comunidad indígena de Maurak, pero la comunidad se movilizó y la avanzada se frenó de inmediato.

El Parque Municipal Piedra Canaima, constituido por la zona boscosa que limita con las urbanizaciones de Colinas y Lomas de Piedra Canaima, también ha sido víctima de nuevas deforestaciones a la altura de Colinas de Santa Elena, una barriada también conocida como Los Araguatos pues antes de que esta zona fuera invadida era el hábitat de los monos aulladores.


jueves, 9 de abril de 2015

Indígenas pemón reflexionan con respecto a los pasivos ambientales en sus territorios

Impacto de la minería en el Río Ikabarú. Fotografía: Cortesía.

Por Morelia Morillo

Mientras avanzan en la presentación de los requisitos que el estado venezolano les exige para otorgarles la titularidad sobre de sus tierras ancestrales, las autoridades del pueblo indígena pemón analizan el tema de los pasivos ambientales existentes en las zonas que reclaman.
Lisa Henrito, asesora del Consejo de Caciques del Pueblo Pemón, explicó que en cada uno de los sectores en reclamo existen espacios deteriorados por la intervención humana, tanto por obras de infraestructura como por la explotación de oro y diamante.
A partir de Sierra de Lema, por donde se accede al Sector Oriental del Parque Nacional Canaima, se pueden observar las trochas y la deforestación que dejó la construcción del tendido eléctrico mediante el cual la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) suministra energía a buena parte del estado de Roraima, en el extremo norte de Brasil.
En el Sector Seis, correspondiente a Santa Elena de Uairén, se encuentra la Concesión Minera Cocsa 7 y en los territorios pemón ubicados en el municipio Sifontes del estado Bolívar la transnacional minera Placer Dome, cada una en grandes espacios de terreno que le fueron facilitados para su explotación.
Un caso específico
En abril de 2013, el sector VII-Ikabarú recibió su Título colectivo del hábitat y tierra de los pueblos indígenas de parte de la Comisión Nacional de Demarcación del Hábitat y Tierras de los Pueblos y Comunidades Indígenas.
Ese documento constituyó el primer  título otorgado a los pemón; en ese caso, por una extensión de 597 982, 87 hectáreas, en donde hacen vida 15 comunidades, un total de 1 165 familias, 4 650 personas.
A propósito, Juan Gabriel González, capitán general del sector VII, explicó que, de acuerdo con la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI), el título faculta a los pueblos ancestrales y  sus autoridades autóctonas a ser garantes y administradores de su territorio.
Sin embargo, explicó Henrito, las autoridades indígenas se toparon con una serie de concesiones mineras otorgadas a personas o cooperativas no indígenas.
En algunos casos, la autoridad indígena decidió el cese de los permisos de explotación minera, pero en todo caso ni las autoridades ancestrales ni su gente disponen de los recursos y del conocimiento técnico para solventar los perjuicios ambientales existentes.
La propuesta de Henrito apunta a la posibilidad de concretar en el mismo documento de titularidad qué ocurrirá con esas áreas en donde se han llevado a cabo movimientos de tierras, deforestación y otros.