Diciembre en la Gran Sabana
Estamos en Diciembre y en el Municipio Gran Sabana, como en el
resto del mundo ha llegado la Navidad. Aquí significa, aunque si por poco tiempo, olvidarse de la
minería y del tráfico de gasolina para dedicarse al turismo. La belleza de la
tierra y de sus ríos comienzan a representar un valor económico, las
tradiciones y los trabajos típicos se compran como recuerdos de viajes o
presentes para los amigos.
A todo esto también las mujeres indígenas aprovechan de sus
conocimientos y su sabiduría para
enseñar al turista las riquezas de su cultura. Empezamos por la comunidad de
Mana krü y podemos ver la casa de la artesanía llena de trabajos tejidos, como
cestas en manare o alambrito, carteras en moriche, “atrapa novio”, collares y pulseras de semillas. Si nos
movemos hacia la zona del Parque Nacional, en la comunidad de Mapauri, se encuentran las mujeres fabricando las ollas
de barro, conocidas para cocinar el tüma,
sopa tradicional indígena. En la comunidad de Kumarakapai en cambio, las
tienditas de artesanía ofrecen todo tipo de
trabajos manuales, desde los palos de lluvia hecho con madera de
yagrumo, semillas de capacho y moriche, hasta las preciosas tallas en caolín
donde se representan los paisajes de la Gran Sabana. Cerbatanas y arco y flechas en miniaturas representan
uno de los regalos más deseados por los turistas pequeños, que fascinados por
esta arte, viajan atrás en el tiempo y se convierten en protagonistas de las
películas de cine. Más adelante en la carretera encontramos la comunidad de
Oröi Üarai, conocida por sus artesanos talladores de piedra. Familias enteras
se dedican, en sus casas, a la
producción de collares, pulseras y sarcillos en piedras volcánicas y en
formaciones de jaspe. Desde los padres que tallan las lajas con seguetas
manuales hasta las hijas e hijos que se
dedican a lijar y pulir los dibujos para dar vida a verdaderas obras de arte hecha
de forma totalmente artesanal.
Esto y mucho más es la Gran Sabana en época turística. Los
guías locales enseñan los paisajes únicos y envuelven a los turistas con sus
cuentos indígenas tradicionales. La magia de este lugar vuelve a resurgir y de
repente nos olvidamos del mal aprovechamiento de esta tierra.
Me pregunto entonces porque no podemos olvidarnos de oro y
diamantes y dedicarnos todo el año a difundir esta cultura ancestral y sus artes,
haciendo de estos trabajos la fuente principal de ingresos de estas comunidades
y así preservando las riquezas naturales del lugar.
Manuela Gallini, Fundación Mujeres del Agua
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