En los sitios en donde antes trabajaban fundamentalmente brasileras, ahora laboran mujeres venezolanas. Fotografía: Morelia MorRas |
Por Morelia Morillo
De manera alarmante, el elevadísimo precio del oro, el
aumento de la minería y la crisis económica que vive el país han determinado el
aumento de la prostitución en Santa Elena de Uairén y en las zonas mineras de
la Gran Sabana, en el sureste de Venezuela. Mujeres que llegan para
prostituirse aquí.
En Santa Elena, la principal ciudad de una región en donde
prolifera la minería, los compradores pagan por un gramo de oro entre 28 000 a
32 000 bolívares. Mientras en el resto del país hay una crisis económica
terrible, en esta zona hay mucho efectivo en las calles y mineros dispuestos a
pagar por sexo.
Zaida
Almeida, vice presidenta del Concejo Municipal de Gran Sabana y quien
trabajó durante décadas en Ikabarú, dijo que en esa parroquia "siempre las
hubo (prostitutas), pero no como ahora (…) De 13, de 14, de 15 años".
Ikabarú es la segunda parroquia del municipio Gran Sabana,
se calcula, según Almeida, que el 80% de la población se dedica a la minería.
Relató que, recientemente, un sargento de la Guardia
Nacional Bolivariana (GNB), que está asignado a la localidad, pidió a las
menores de edad los números de teléfono de sus madres. "Eso y que
chillaban y las llamó para que las buscaran". Las madres se sorprendieron
al saber en dónde y en qué andaban.
Los concejales, dijo Almeida, han tratado el tema "pero
cuando se cierra una puerta (dijo refiriéndose a los prostíbulos) se abren
1000".
Nuestra compañera Valdirene Santos publicó un post a finales
de año en este blog: "El día cuatro de diciembre, en la población de El
Paují, estaba yo sentada en mi bodega, cuando vi una camioneta pickup llegar,
estaba llena de mujeres jóvenes y no tan jóvenes, ellas se bajaron a comprar
útiles personales, se veía que eran prostitutas, lo cual nos confirmó el chofer
diciéndonos que las llevaba a trabajar para las minas de Perro Loco", zona
minera de la Parroquia Ikabarú.
Mercedes
Castro, otra de nuestras compañeras de la Fundación Mujeres del Agua,
nos contó que visitó la mina de San Miguel de Caracol en 2015.
De carpa en carpa y de barraca en barraca vagaba una chica a
quienes los mineros, indígenas y no indígenas, llamaban "una grama"
porque ofrece su cuerpo a cambio de un gramo de oro. La chica es indígena
pemón. Se dice que a pesar de su juventud y belleza contrajo el HIV en la mina
conocida como Apanao.
Liza Henrito, funcionaria de Salud Indígena del Ministerio
de Salud, comentó que también en las comunidades ha aumentado la prostitución
al igual que la minería.
Dijo que las autoridades comunales tratan de controlarla imponiendo
normas: Si la mujer que se prostituye es casada se le expulsa de la comunidad,
al igual que al hombre que paga por sus servicios. Las solteras practican la
prostitución tratando de que nadie se percate y por eso, bajo amenaza, sus
clientes dejan de pagarles.
En Kaurapí la capitanía quemó varios burdeles, luego de
sacar de ellos 26 prostitutas entre extranjeras y venezolanas. "Están
haciendo una limpieza".
Una funcionaria del Centro de Coordinación Policial Gran
Sabana de la Policía del Estado Bolívar dijo que "ellas empezaron a llegar
desde el mes de febrero de 2015, por los sueldos, por la escasez de comida, porque
todo estaba más caro".
Según esta fuente dicen ser enfermeras, ingenieras,
maestras, administradoras, abogadas; proceden de Caracas, Valencia,
Barquisimeto. "Vienen porque dicen que el dinero que cobraban en sus
empleos no sustenta la comida y no les alcanza ni para vestir a sus
hijos".
La enfermera asignada a la Unidad de Enfermedades de
Transmisión Sexual del Hospital Rosario Vera Zurita nos dijo que cada día
reciben de cinco a seis "meretrices" y que al cierre de la semana
contabilizan alrededor de 20 certificados.
Tienen edades entre 19 a 53 años, "antier vino una de
51 años". La mayoría le cuenta que llegan para trabajar en los clubes
nocturnos, algunas para desempeñarse independientemente. Sólo algunas se
aventuran hasta Ikabarú.
"Donde haya bulla minera, ellas van. Ellas vienen
bajando desde El Callao, Guasipati, Tumeremo, Las Claritas y donde puedan
trabajar, trabajan". Estos son los pueblos del sur del Estado Bolívar,
ubicados antes de Santa Elena.
Son de Maracaibo, Maracay, Valencia, Miranda, Táchira. En el
tiempo que ella lleva en el cargo, alrededor de un año, conoció a una
dominicana, a una brasilera y a una cubana, pero a ninguna indígena, "son
criollas todas y no son de la zona (…) Ellas duran tres meses y después se van",
regresan a sus sitios de origen.
Le cuentan que, por noche, cada una recibe de cinco a seis
clientes, las que entran a las zonas mineras cobran en gramas de oro.
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