Desde la minería al turismo: La reconversión de un pueblo
Por Manuela Gallini
Tepequém: un pueblo de sesenta
habitantes, situado a doscientos kilómetros de Boa Vista y de Pacaraima,
perteneciente al Estado Roraima, Brasil es el ejemplo actual de reconversión
minera. Este pequeño pueblo era antiguamente un importante centro minero. En
los años treinta fue la primera comunidad de la zona que basaba su entera economía en la extracción de diamantes. La
carretera de asfalto que conduce al asentamiento atraviesa numerosas fincas “fazendas”, en idioma brasilero,
productoras de ganados y cabras. Antes de llegar a la comunidad hay que cruzar nutridos
ríos, fuentes preciosas de peces como el “tambaquin”,
actualmente parte integrante de la economía local. Después de veinte kilómetros
de curvas peligrosas se llega al ex pueblo minero. Muchas casas están vacías,
mientras muchas otras están en construcción, el cemento ha sido sustituido por
la madera y materiales alternativos como piedras y ladrillos y los colores van
cambiando mano a mano que se avanza en el camino. Un espléndido tepuy, con su
abismo, llamado Platao hace de marco
al entero pueblo que se desarrolla a lo largo de la carretera principal.
La historia de este asentamiento
representa un ejemplo y una posible alternativa para aquellos pueblos que viven
de la minería y que piensan no tener otro futuro. Una realidad que cambió
gracias a la voluntad de un gobierno de transformar un ambiente minero en uno
turístico, aprovechando de las riquezas naturales y de sus productos. A través
de un trabajo de concientización y valoración pudo llevar a cabo el sueño de
muchos. Hoy en día Tepequem representa una importante meta turística para los
habitantes de Boa Vista y Manaus. Gracias a ellos también la población está
creciendo de una forma sustentable y organizada mientras las autoridades se
ocupan de preservar el lugar con la total prohibición de la actividad minera y
con el control periódico de limpieza. Ríos antiguamente dinamitados con el fin
de la extracción de diamantes, han vuelto a su cauce, y representan hoy en día
la meta principal para los turistas, que disfrutan de sus aguas sin dejar
rastro de su pasaje. Los antiguos arenales siguen presentes en el horizonte,
como los profundos huecos mineros que están poco a poco recuperándose con una
nueva flora. Han pasado quince años desde la prohibición de la minería y
todavía la naturaleza sufre de su paso. No obstante esto es de ayuda saber y
ver que existe la posibilidad de cambio y recuperación cuando existe la
voluntad de hacerlo. La actual economía se basa en el turismo y en la piscicultura
y poco a poco la artesanía y los productos agrícolas están integrándose al
patrimonio local. Los trabajos de
construcción y de arte están fomentando la circulación de la moneda para los
habitantes locales que amplían sus negocios y sus posadas.
Con este ejemplo de esperanza
confío en que nuestras comunidades sigan el mismo proceso y que nuestro Parque
Nacional recupere sus ríos y sus bellezas naturales.
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