Por Morelia Morillo
Pasado un mes tras los saqueos del
17 de diciembre en Santa Elena de
Uairén, la capital de la Gran Sabana, territorio ancestral del pueblo indígena
pemón, la tierra de los tepui, de los saltos de agua, de los morichales y los
ríos cristalinos, los dos autobuses que trasladaron a la mayoría de los
saqueadores permanecen detenidos en esta ciudad.
Son esas dos moles coloridas y de vidrios ahumados que se encuentran en el
estacionamiento de la sede que comparten el Instituto Nacional de Transporte
Terrestre (INTT), parte de las dependencias del Servicio Administrativo de
Identificación Migración y Extranjería (Saime)
y que a su vez colinda con el Centro de Coordinación de la Policía del Estado
Bolívar (PEB) en la última de las ciudades venezolanas hacia el sureste remoto.
Sobre sus parabrisas delanteros de leen sendos carteles que indican que se
están a la orden de la Fiscalía VI del Ministerio Público.
Destartalados y sin señales vigentes
que los vinculen a alguna de las líneas que a diario viajan al sur, son una
prueba inobjetable, pesada, siniestra de que aquellos hombres llegaron desde
otro lugar distinto a este en donde hasta hace apenas cuatro o cinco años de
podía vivir sin puertas y sin ventanas, nos extrañaba tanto la alarma de un
carro y nos erizaba un balazo.
Según los relatos que permiten
reconstruir lo sucedido aquel día, se sabe además que llegaron con un propósito
claro: saquear algunos de los principales comercios de este pueblo que, aunque incrustado
en el Paraíso, ha cobrado fama en los meses recientes por cosas más mundanas: las
pacas de comida y de billetes, al contrabando de combustible y a la minería.
Uno de los voceros del Poder
Popular local reveló que ellos, los representantes comunales, recibieron una llamada
de un miembro de uno de los sindicatos que hacen vida en el Kilómetro 88, un
pueblo minero caótico ubicado también sobre la Troncal 10, a 227 kilómetros de
Santa Elena.
"Nos dijeron que de allá
habían sacado a un grupo de gente y que esa gente subió a dos autobuses que
viajaban hacia acá con pocos pasajeros (…) Los pasajeros a los que
entrevistamos, la gente de aquí, nos dijo que venían asustados porque algunos
de esos hombres estaban armados (…) Los consejos comunales y las cooperativas
de moto taxis nos movimos hasta La Guillotina, pero nos dijeron que ya había
pasado uno de los buses".
En el sur del estado Bolívar se
hacen llamar sindicatos las organizaciones que imponen el orden a punta de
terror en los yacimientos ilegales de oro y diamante, a cambio de un
porcentaje.
La Guillotina es el último de los
seis puntos de control distribuidos entre el 88 y Santa Elena y está a cargo de
efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Aquel sábado, 17D, los pasajeros de
al menos uno de los dos buses no descendieron en el Terminal de Santa Elena de
Uairén sino en la entrada de la localidad, sobre el encuentro de la Avenida
Perimetral con Mariscal Sucre y desde allí caminaron hacia el centro de esta
ciudad.
"Primero llegaron aquí,
pero el policía que estaba afuera logró controlar la situación y ellos
siguieron",
comentó un empleado del bodegón las Tres Vírgenes.
Al ser repelidos de las Tres
Vírgenes, quienes minutos antes habían descendido del autobús, continuaron
caminando por la Avenida Mariscal Sucre y cruzaron en la calle Roscio, media
cuadra antes de llegar al Destacamento de Fronteras 623 de la GNB.
Se proponían entrar al Comercial
Calle Roscio, pero fueron rechazados por el grupo del Poder Popular, de la GNB
y del Ejército que los esperaba.
Sobre el mediodía, docenas de personas, la mayoría de ellos
desconocidos, pero también algunos habitantes de esta localidad de alrededor de
30 mil personas en donde muchos se conocen al menos de vista, cargaban con la
carne, el pescado, el pollo y el dinero en el abasto Yor Bellorín.
Poco después, en la calle Urdaneta,
otros arremetían contra los portones y exhibiciones de La Chiquitina y la Wrangler
y desmantelaban Paraíso Intimo. Las tres tiendas de vestir.
"Definitivamente fue un
atraco colectivo de las tiendas de ropa de Santa Elena de Uairén (…) La mayoría
era gente de San Félix", definió Lisa Henrito, líder de la Comisión de
Seguridad Indígena que acompaña a la PEB en sus funciones en el municipio Gran
Sabana, si bien agregó que había personas del pueblo instigando a saquear
algunos locales.